Por lo general nos resulta mucho más fácil pedir a la vida, que ofrecer. Con más frecuencia nos detenemos a pensar en lo que queremos recibir, sin si quiera pensar en lo mucho que podemos cultivar para dar, regalar y compartir.

Desde niños, muchos de nosotros nos sentamos en el árbol de navidad con la expectativa de recibir millones de regalos, de sorprendernos con cada paquete, de llenar una parte de nuestro corazón con algo proveniente de fuera.

Alguna vez escuche de algún maestro, que si de verdad queremos recibir algo es indispensable ofrecerlo primero, aquello que damos se convierte en algo,  así como un campo magnético que termina por atraer otro algo con una vibración de frecuencia semejante.

En mi practica de Asanas, en la que encuentro el espacio para cultivar tanto la capacidad de fortalecerme y empoderar mi estructura como la de expandirme y brillar, he ido descubriendo que el trabajo personal, la autodisciplina y la entrega al estudio (adhikara), es lo que nos permite desarrollar esos dones y regalos únicos que todos guardamos en el corazón y que encuentran su máxima expresión cuando lo compartimos con el universo.

Basta con sentir la magia y la dicha (ananda) que podemos experimentar si por un momento dejamos de esperar y pedir, estando solo abiertos a recibir y mas bien nos enfocamos  en compartir, dar, ofrecer y brillar con toda nuestra belleza. ¡Si solo abrimos el alma, el corazón y la totalidad de lo que somos y nos dedicamos a cultivar y a ofrecer todo eso que antes solo buscábamos recibir!

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