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October 17, 2016

¿Por qué odiamos los lunes?

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Después de un buen fin de semana no es raro que desde el domingo en la noche empecemos a pensar en el tedio de los lunes.

Muchas veces lo he expresado imitando al villano Gargamel de los Pitufos: “Odio a los Pitufos, odio las pitufifresas, odio los Lunes!”; de hecho, Garfield, uno de mis héroes, se distingue por su poca afinidad con los días lunes. Y creo que casi todos nos levantamos de vez en cuando con el pie izquierdo, odiando a los pobres lunes, porque pensar en las actividades que nos esperan se nos vuelve un pantano sin fondo.

El mundo moderno gira rápido y es muy difícil mantenerle el paso. Como consecuencia el nivel de estrés en el que vivimos se incrementa día a día y somos como ollas express a punto de explotar. Llegar a nuestro lugar de trabajo, pensar en los montones de papeles y asuntos que hay que resolver, no sin dejar de despegarnos de cualquier asunto personal. Y todo esto, por alguna razón, esto se manifiesta más en los lunes.

Hace un par de años renuncié a mi último empleo de horario fijo con la ilusión de realizarme como escritora, la verdad es que han sido dos años que cambiaron por completo el sentido de mi vida y mis intereses, me convertí en mamá y pasé de trabajar 9 horas 5 días a la semana al día a mi súper empleo de 24 horas al día 7 días a la semana con un nuevo jefecito que no me da vacaciones. Así, de pronto, todo lo que pensaba escribir lo tuve que guardar en los cajones de mi mente bajo llave. Ya no había lugar para nada más. Mi esposo trabajaba todo el día y yo me quedaba en casa atendiendo a mi niño, que por un lado me llenaba de amor y por otro me dejaba completamente exhausta. A falta de niñera o de ayuda, mis noches de domingo llenas de terror regresaron, pues esto significaba que mi esposo regresaba a trabajar el lunes y yo me quedaba sola con nuestra personita.

Un día en el que mi bebé había estado particularmente irritable, tomé consciencia del momento, con bebé en brazos me senté en el piso, cerré los ojos y me puse a respirar, no sé si lo imaginé o no, pero mi bebé empezó a respirar al mismo ritmo que yo, o tal vez yo a su ritmo, no sé, pero nos sincronizamos en una respiración profunda y pausada. Él se tranquilizó, yo me tranquilicé, todo de pronto tomó ritmo otra vez.

Desde entonces me hice el propósito de establecer una rutina para controlar mi estrés y cansancio. He practicado yoga durante 8 años, así que esto no me debió haber tomado tanto tiempo descubrir, no era ciencia nueva, pero así somo los seres humanos y a veces se nos olvida lo más básico de la vida, respirar, lo importante de tomarnos un momento al día para desacelerar, detenernos, cerrar los ojos e inhalar profundamente. No es necesario tomar una clase de meditación 30 o 40 minutos, ni sentarse en un zafu (cojín de meditación) con los ojos cerrados durante horas. Solo hacer un compromiso interno, todos los días, aunque no sea a la misma hora, y aunque no sea en el mismo lugar, detenernos, cerrar los ojos y respirar.

El efecto que nuestra respiración tiene sobre nuestro cuerpo y mente puede cambiar por completo el rumbo de nuestros días. Llenar los pulmones de aire a conciencia, sentir como se expanden, como crece la caja torácica, como se estira el diafragma, se llena nuestro cerebro de oxígeno y cuando estamos al tope de la inhalación, hacer consciencia de que todo es silencio, lo único que podemos escuchar es nuestro corazón. Uno, dos, tres segundos exhala, lentamente, exhala, despacio y profundo, hasta quedar completamente vacío, siente como tu cuerpo regresa a su lugar, siente tus hombros relajados, tu cuello, el entrecejo, tu mirada descansada, tu corazón, regresa al mundo terrenal. Repite. Dos o tres veces. Todo cambia con la respiración consiente. Todos nuestros problemas y carreras de pronto se vuelven algo que tienen orden y solución.

No es una perdida de tiempo, de hecho, gracias a esto he ganado conciencia de mis capacidades, de dónde estoy ese día, he aprendido a encontrar paz en medio del caos, organizarme y hasta he logrado hacer tiempo para mí. No voy a mentir, el estrés sigue ahí, es parte de la naturaleza humana, es necesario para seguir con la vida, es parte de nuestro instinto de supervivencia, pero la respiración es un elemento mágico que llevamos dentro y que nos ayuda a controlar y dirigir nuestro estrés hacia algo bueno y creativo. Así que ya no temo a los lunes, al fin, ellos nunca tuvieron la culpa de mi situación caótica, solo son otro día de la semana.

 

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Autora: Montse Leon

Foto: Instagram @garfield_real

Editora: Yoli Ramazzina

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