Cuando mis lágrimas caían sin cesar y mi corazón se salía de mi pecho, roto y herido, mis amigos me dijeron que este día llegaría.
“Él se dará cuenta de lo que perdió,” me decían, “Y regresará a ti.”
Para ese tiempo mi alma, todavía con los frescos recuerdos de las caminatas bajo la luna, los bailes en mí porche, y las confesiones vulnerables, solamente quería que llegara ese día. Esperé por una señal—una llamada, un mensaje. Esperé, mientras que las paredes alrededor mío se destruían para que tú atravesaras mi puerta y me dijeras que todo había sido una pesadilla.
Pero nunca llamaste. Nunca regresaste.
Lo teníamos todo, no entendía que había hecho mal. Me castigaba mientras repetía en mi cabeza nuestros últimos días juntos, intentando encontrarle sentido a lo que había sucedido.
¿Por qué decidiste irte con ella? ¿Por qué no era yo suficiente?
No recibí respuestas, solamente un silencio desgarrador. Me dejaste sola con mi sufrimiento, un fantasma persiguiendo mis sueños, tu ausencia por todos lados. Me acosté hecha un ovillo, sin poder comer, dormir, con una caparazón de mi propio yo. Solamente te quería a ti, y me dije a mi misma que sin ti no podía seguir.
Pero entonces lo hice.
Me levanté firme y puse un pie delante del otro. Me forcé a salir de la cama y volver a tomar la pasión hacia mi trabajo. Encontré alivio en mi bicicleta, pedaleando por horas, reemplazando lágrimas con sudor de enojo.
Al principio, el único pensamiento que tenía es que deseaba que estuvieses acá. Luego, lentamente, me sentía contenta con mi propia compañía.
Luego salí con alguien más. Él no era tú, y no importa que tan amable o gracioso fuera mis pensamientos siempre regresaban a tu sonrisa, tu risa. Fui a casa y dejé que mis lágrimas fluyeran pero, me levanté al día siguiente y me empujé hacia adelante. Cada vez que nuestras canciones sonaban o que mi carro me llevaba por lugares en donde caminamos tomados de la mano sentía como la costra se abría y goteaba de nuevo. Pero como todas las heridas, el tiempo es un gran sanador de corazones rotos y permite distanciarse para que la perspectiva no sea tan nublada a causa del dolor.
Empecé a entender que tus mentiras y decepciones nunca fueron por mí; fueron causa de tus propios demonios. Escuché más fuerte las cosas que tenías que decirme y me di cuenta que tenías miedo—no de mí, tenías miedo que tu no fueras suficiente.
Y tenías razón. Porque lo que hiciste no es amor para nada. El amor no le susurra a alguien mientras le hace el amor a otra persona. El amor no se esconde detrás de mentiras. Cuando amas a alguien no te alejas con la cura mientras que la persona que amas grita tu nombre y se retuerce del dolor.
Aprendí tanto sobre mí gracias a ti. Fuiste un espejo que, hasta el final amargo, reflejó tantas cosas hermosas sobre mí que yo nunca antes había visto. Me demostraste que era especial, y ahora sé que tenías razón. Y cuando te fuiste, me enseñaste que era fuerte, muy fuerte. Porque a pesar de todo, me doy cuenta ahora que mi persistencia por mantenerme viva—de aparecer cada día y ser dueña de mis días—me permitió seguir. Y aprendí que mi amor es grande, más grande de lo que tú hubieras podido manejar. Más valiente, más atrevida.
Y ahora me quieres de vuelta.
No estoy enojada, no te odio. Nunca podría darte la espalda sabiendo que estás sangrando. Fuiste una parte importante en mi vida, y nuestras almas siempre estarán conectadas. Siempre estaré agradecida por los días y las noches que compartimos.
Pero no—no regresaré.
Por un tiempo quise que regresaras costara lo que costara, pero ya no más. Sé que valgo mucho más de lo que tu corazón puede dar. No estoy dispuesta a vender mi alma por diez centavos. Y para ser honesta, me amo demasiado pero, alguien más también me ama. No soy demasiado valiente o atrevida para él. Tu fracaso hizo darme cuenta la importancia de encontrar un igual, y él apareció justo en el momento en el que decidí que ya había sido suficiente. Hemos reescrito esas canciones, vuelto a marcas esas caminatas y, durante el camino, hemos besado las cicatrices del corazón de cada uno.
Él no es tú, pero tal vez ese sea el punto.
Tú contribuiste a mi vida, en los buenos y malos tiempos, y por eso no puedo ser desagradable. Mientas nuestras vidas estuvieron unidas, recorrimos una hermosa trayectoria juntos.
Te deseo alegría, deseo que estés sanando, y a través de tu viaje, mientras sigues adelante sin mí, deseo que tengas amor.
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Link del artículo oríginal:
And Now You Want Me Back: A Message to the One Who Broke My Heart.
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Autora del artículo: Amanda Christmann
Traductora: María José Barillas García
Editoras: Katarina Tavcar (Inglés) / Yoli Ramazzina (Español)
Foto: Flickr/Alexandra Bellink
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